La sensibilidad no es debilidad

  • Ese leve roce en la piel que te pone los pelos de punta.
  • Ese sabor que te explota en la boca y te deja un aroma vivo bailando encima de la lengua.
  • El perfume demasiado dulce de esa señora con tacones y bolso de marca que penetra en tu sistema y te deja noqueado durante varios minutos.
  • Ese ruidoso timbre que te sobresalta aún que sepas que va a sonar.
  • Entrar en esa habitación en la que aparentemente no ocurre nada especial y percibir la tensión existente como si fuera algo espeso y pesado queriendo engancharse a tu piel.
  • Las múltiples tonalidades de dorado que tienen las espigas de trigo cuando el atardecer te atrapa paseando por el campo.

Los típicos 5 sentidos y también algunos más.

Sin ellos no podríamos percibir el mundo. Seríamos como puntos aislados separados de todo, incapaces de interactuar.
La información que nos dan los sentidos es lo que nos permite conocer el mundo. Y luego, en el caso de los humanos, darle un significado a esa percepción.

Aquí las emociones juegan un papel muy importante: según como interpretamos la vivencia, vamos a vivir unes emociones o una otras.

¿Sabes? Los sentidos son los que nos dan el grado de sensibilidad.
Es así de simple.
Cuanto más desarrollados tenga una persona los sentidos, más grado de sensibilidad tendrá.

¿Y de qué depende el grado de sensibilidad?

Por un lado, hay un elemento biológico indiscutible. Tu inimitable cadena de ADN te da unas características concretas. Si la naturaleza te ha dado una limitación sensorial, este será tu punto de partida. Igualmente si te ha dotado de más sensibilidad. Es tu base estructural.

Sin embargo, cuanto más utilizamos un sentido, este se va desarrollando y puede aumentar su capacidad perceptiva y, por lo tanto, también el grado de sensibilidad.

Mira, hay personas que pueden distinguir varias tonalidades de amarillo, beige y dorado en un campo de trigo. En cambio, otras, solo van perciben los colores básicos.

Y ocurre lo mismo con los otros sentidos. Si uno está más desarrollado que otro, la percepción y la vivencia que nos traiga ese sentido, va a ser mayor y mucho más intensa.

Es posible que tengas algún sentido más desarrollado que otro, ya sea porque biológicamente tienes esa capacidad o porque la has desarrollado a lo largo de tu vida.

Y eso es esencial para entender la sensibilidad.

Cuando los sentidos de una persona perciben mucho, cuando la información que captan los sentidos es más intensa, esa persona tiene una gran sensibilidad.
Hasta aquí, creo que se entiende.

El problema llega cuando esta persona tiene que gestionar la información que recogen sus sentidos.

Si una persona tiene la capacidad de recibir mucha información y de forma muy intensa, es fácil deducir que le puede ser difícil manejar bien lo que vive. Si además le añadimos las emociones que todo esto va a despertar, se puede convertir en una odisea.

Eso es especialmente difícil para los niños, que justo están aprendiendo a conocer el mundo. Por eso es muy importante ayudarles a expresar y entender las emociones, lo que viven y lo sienten. Para ellos, este apoyo puede ser una guía importante para entender y tratar con todo ese complejo mundo sensorial.

La sensibilidad no es debilidad

Así que, la sensibilidad, no tiene nada que ver con la debilidad.
Es percepción pura y simple.
Lo que ocurre es que las personas que no tienen un grado alto de sensibilidad, no siempre son capaces de comprender la profundidad o la vivencia que percibe la que sí la tiene.

Y no porque no quieran, sino porque no entienden el tipo de información o experiencia que el otro vive.

A más sensibilidad, uno puede llegar a conocer el mundo más a fondo, con muchos más matices. Es como si ante él tuviera una paleta de colores mucho más amplia, con una gradación de tonos interesante pero también un poco desbordante.

La sensibilidad puede ser una ventaja, si uno aprende a manejarla. Pero también tiene sus desventajas, como podría ser la intensidad en que se viven ciertas cosas o la incomprensión de los demás en ciertos momentos.

Para la comunicación emocional, no es imprescindible tener un elevado grado de sensibilidad. No importa si eres más o menos perceptivo. Pero sí es importante aprender a escuchar los sentidos y las emociones, sean estos más o menos profundos.

Un ejercicio para aprender a escuchar las sensaciones y las emociones

Si quieres escribir plasmando emociones o quieres transmitir ideas dándoles un aire más emocional (y menos técnico o corporativo), te recomendaría que aprendieras a escuchar tus sensaciones y emociones.

Es simple.

Lo primero que debes hacer es relajarte, aflojar la tensión de tu cuerpo y luego poner toda tu atención en una sensación. La que tú quieras. No juzgues lo que sientes, solo percibe como es y la información que te transmite.

Si ves que tu mente quiere empezar a analizarlo todo, dile que se lo tome con calma, que ahora no le toca a ella intervenir.

Luego, puedes poner por escrito eso que es notado. Aquí es cuando puedes dejar vía libre a tu mente analítica y buscar las palabras que te acerquen un poco a esa vivencia que no siempre tiene nombre.

Estos textos serán tu materia prima cuando luego quieras redactar un texto más emocional.

Y, si ves que te faltan herramientas de redacción, si necesitas aprender a utilizar el lenguaje para describir y plasmar las emociones, puedes ponerte en contacto conmigo para pedir información sobre mi formación en comunicación emocional.

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